El mundo de los perros se compone de roles. El capataz, o líder, representa al coordinador de las actividades y relaciones del grupo.
Generalmente es la propia familia la que, sin saberlo, atribuye este papel al perro . ¿Cómo?
Utilizar métodos de educación incorrectos: hacer que el perro gestione el recurso alimentario, accediendo a todas sus peticiones, durante la interacción, durante el paseo (haciéndole decidir la ruta) y durante el juego, y dándole la oportunidad de dormir en un pasillo donde pueda controlar todas las entradas.
El capataz tiene un papel preciso: coordinar el grupo, estar a su servicio y protegerlo.
Las decisiones son del líder, por lo que todas las actividades y recursos siempre deben saberse administrar, para no encontrarse con futuros y posibles problemas jerárquicos.
El líder es un papel de considerable responsabilidad, de hecho, un perro con este estatus a menudo muestra inquietudes ansiosas debido al gran compromiso que se le ha confiado.
Un sujeto que cumple este rol vive en una condición psicofísica incómoda, porque a veces se le pide que sea el líder, otras veces en lugar de obedecer.
Por eso, la mayoría de las veces, surgen conflictos que conducen a la agresión. La gestión de los recursos y actividades debe estar siempre en manos del capataz que en una familia nunca debe ser el perro.